Para mí bailar es poder expresarme,es como una manera de expulsar, de sacar fuera de mí todas las preocupaciones o problemas que ocupen mi mente. Además, cuando bailo me siento bien, agusto conmigo misma, se me sube el autoestima con tan sólo hacerlo en medio minuto.
Es como cuando calculas los minutos a los que tiene que estar la leche dentro del microondas; ni demasiado fría, ni demasiado caliente, y entonces en cuanto cierras la puertecita se enciende esa luz amarillenta y todo lo que hay dentro empieza a dar vueltas y vueltas (en este caso la leche!) y además se va calentando a la misma vez...así me siento cuando bailo. Un poco de música y todo se acciona, todo a mi alrededor empieza a dar vueltas y dejo de ver más allá de mi nariz, todo se nubla, ahora sólo estoy yo, yo y la música, yo y mi carma, yo y mi paz y entonces siento que por dentro algo pasa, la misma sensación de cuando te tomas un chupito, ese subidón ardiente de adrenalina que al terminar sin explicación alguna sólo puedes decir: ¡WoOw!".
Es algo espectante, me encanta, me encanta la música y me encanta bailar, son parte de mi vida, desde que era muy pequeña...
Mamá siempre me cuenta que cuando era aún lo más parecido a una bolita de chocolate; a la que toooooooooodo el mundo con sólo verla posaban las manos en mis mofletes, (Diossss! no soy un chicle, Vale...sí, estoy rechonchita, no es para tanto nO?), en esa etapa de mi vida, cada vez que ella preparaba tortillas para la cena o el almuerzo, justo cuando batía los huevos, ese continuo resonar del choque del tenedor con el plato; era el botón con el cuál mi pequeño gran mundo se despertaba, siguiendo el ritmo del batir del huevo, era algo mágico "click, click, click..." mmmm!! me gustaba.
Desde entonces lo llevo, lo llevo dentro, es el ritmo, ese botón que con sólo un "tik" incita a todo mi cuerpo a contonearse, es algo...espiritual!
Ya de más grandecita, justo cuando me quedaba sola en casa, que todo el mundo se marchaba, en cuanto escuchaba el "plick" metálico de la llave dentro de la cerradura de la puerta de la calle, me levantaba de un salto del sofá y con el mismo impulso saltaba el taburete de mimbre, dónde mamá pone los pies cuando después de un largo día cae rendida a los encantos del sillón, y entraba brincando alegremente en mi cuarto, entonces abría las tres puertas del ropero y entre tooooda esa rebujina; elegía un equipo de ropa adecuado para la ocasión, normalmente me colocaba un diminuto chalequito árabe celeste acabado en monedas; que suenan cada vez que te mueves, unos pantalones blancos y encima de éstos un pañuelo de un celeste más oscuro del mismo estilo que el chalequito. Ya lista, más bien para bailar al estilo Shakira", contoneando el vientre, iba al cuarto de baño, me enjuagaba la voluminosa melena negra, la sacudía de atrás adelante, llenando todos los espejos del baño de miles de diminutas goteritas, y acto seguido me dibujaba con buen pulso la raya negra en el ojo. Después entraba de nuevo en mi pequeño mundo" y agarraba la cámara de fotos, al entrar en el salón la colocaba en la mesa de madera del comedor apartando a la pantera y al tigre, la ponía en modo grabación" y con una ligera carrerilla volvía para darle al play" a la música que estaba a punto de sonar en el pc". Con las mismas volvía al salón colocándome justo delante de la cámara, entonces poco a poco me alejaba de allí, entraba en mi perfecto paraíso de sensaciones y me sumergía en una enorme ola de felicidad que me mojaba entera. 
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